No hace muchos años, aquí crecía un gran árbol cuyas ramas daban sombra a los peatones que accedían al puente. Con motivo de las obras del emisario de la margen izquierda, tuvo que ser talado. Lo podemos llegar a comprender, pues no había otra alternativa. Lo vergonzoso del tema es el total abandono de este espacio. La obra terminó, se cerraron las zanjas y lo que otrora fue un paseo junto al río, ahora no es más que un montón de paja. Si os fijáis, entre las malas hierbas secas se intuyen los bordillos de granito que delimitaban este paseo.
La verdad es que nunca fue un espacio popular ni cuidado pues no recibió ningún tipo de mantenimiento desde su construcción, pero de eso a convertirse en un montón de rastrojos y suciedad, va un trecho. No hace falta gastarse una millonada. Tampoco es necesaria una impoluta y cara pradera de césped que requiera un especial cuidado. Lo único que se pide es que las márgenes de nuestro río recobre algo de dignidad: Reforestar en la medida de lo posible (si es que el emisario ahí lo permite) y recuperar para el disfrute de los salmantinos estos pequeños espacios de ribera. Ya sé que la mayoría de la gente ni lo ve, pues por ahí sólo pasan con su coche a toda velocidad camino del "Marimar y el burrikin" Lugares mucho más enriquecedores para pasar una tarde soleada de sábado. (Para gustos los colores)
La parte de arriba, mucho más visible, tampoco se libra de la "moda rastrojo" El pequeño terraplén que separa la velocidad y las prisas de los humildes peatones, presenta este aspecto: Amarillo tostado. Pajas por doquier dispuestas a arder en una tarde cualquiera de este mes de agosto.
La parte de arriba, mucho más visible, tampoco se libra de la "moda rastrojo" El pequeño terraplén que separa la velocidad y las prisas de los humildes peatones, presenta este aspecto: Amarillo tostado. Pajas por doquier dispuestas a arder en una tarde cualquiera de este mes de agosto.
La acera conserva en el centro este... (es que ya no sé ni cómo llamarlo) este trozo de tierra y pajas que antes albergaba unas farolas globo enrejadas espantosas que por las noches daban una luz naranja intenso a la altura de los pies. Tal vez este sería el lugar idóneo para plantar tres o cuatro aligustres; ese árbol chupa-chups tan barato y tan resistente, que tanto abunda en la ciudad y que tanto "aprecio" le tenemos. Lo suficientemente grandes como para dar sombra a los viandantes y lo suficientemente pequeños como para no tapar las vistas de la ciudad.