miércoles, 8 de junio de 2016

Leidenschaft (Pasión) 2.0

(Sí, reconozco que la primera versión que publiqué de esta entrada era un ladrillo infumable y que difícilmente uno puede hacer llegar un mensaje al destinatario cuando está hablando para sí mismo, así que aquí os dejo la versión corregida, que espero tenga mejor acogida)

No ha sido por falta de ganas, por falta de ideas o por falta de tiempo. Si os tuviese que explicar el porqué de este parón de año y medio en el blog, creedme que no sabría qué deciros. El caso es que os dejé plantados como el pino de Mañueco de la última entrada y abandoné a mis escasos (pero fieles) lectores sin previo aviso. Fueron varios amagos los que se produjeron a lo largo de este tiempo y más de una vez me senté delante de la pantalla con la intención de dar mi punto de vista sobre algún tema local que en ese momento me llamase la atención. No sé qué me ha sucedido, ni tengo intención de darle muchas vueltas al asunto, lo único que os puedo decir es que tras este periodo de barbecho lo que crezca aquí tal vez no tenga mucho que ver con lo que hasta ahora estabais acostumbrados a leer (o sí, quién sabe), seguramente porque mi inseguridad y dudas sobre el tema tratado se hagan más patentes, las entradas sean más imprecisas, adolezcan de concreción y se muestren más abiertas al debate, la interpretación y el cuestionamiento. Y todo porque esto no va a ser mas que la versión digital del cuaderno, papeles y servilletas de bar en los que voy dejando mis inconexas miguitas de mediocridad. Así que si me lo permitís dejadme que os embarque en un viaje hacia mi mundo de paranoia urbana carente de lógica, precisos hilos conductores, discursos minuciosamente elaborados, y probablemente coherencia pero lleno de pasión de la que espero contagiaros.

Pongamos que hablo de Madrid y de un café con vistas a la plaza de Callao en una soleada mañana de domingo. Difícil explicar las contradicciones que en mí puede generar un lugar dotado de semejante energía y difícil que entre sorbo y sorbo no se desmoronen y descoloquen mis ideas y críticas sobre lo que debería haber sido esa plaza y la intervención tan dura a la que se vio sometida. La Plaza de Callao, epicentro del centro más céntrico de Madrid, un espacio caótico al que se le pretendió dar solución hace unos cuantos años optando por transformarla en un lienzo granítico continuo en el que se abrían paso cinco pequeños árboles y en el que el único espacio para sentarse era aquel que disponían los negocios de hostelería de la zona. Muchas son las críticas que han surgido desde entonces, sobre todo al ver cómo día sí y día también, la plaza amanecía okupada con diversos instalaches, chiringuitos, escenarios, soportes, stands... "quedando relegada a mero soporte publicitario" (¡JA!) Ojalá pudiera conformarme y quedarme tranquilo con semejante análisis, pero no.


Y aquí me tenéis, poniendo en cuestión las maquiavélicas decisiones de la administración agarrándome a esa visión "Lefebvriana" de la "representación del espacio" vinculada a las relaciones entre poder y producción  y a ese supuesto orden que pretenden establecer en nuestros códigos y hábitos en pos de unos intereses concretos, alejados ya no de ese concepto tan etéreo como puede ser el bien común, (Discurso anticapitalista donde los haya, que defiende que la práctica urbana está sometida a los deseos de los poderes fácticos, que determinan cómo ha de ser el espacio que habitamos, y así lo hacen con la intención de fomentar un modelo de sociedad, de hábitos y de producción cercanos a sus intereses. Esta manera de "representar el espacio" entraría en conflicto con los propios intereses de una sociedad que ve frenada la que sería su "producción espacial natural" por así decirlo, vinculada a nuestra manera de entender, percibir y vivir el lugar que habitamos o pretendemos habitar)

Así que se me tambalea esa visión anticapitalista del urbanismo que hasta ahora me dejaba dormir tranquilo, ya que es tras este precioso momento de dignidad y autoafirmación  en el que culpabilizo a fuerzas malvadas de las taras de la ciudad de hoy en día, uno repara en que por mucho que disfrace mis propuestas de sensatez, inclusividad, horizontalidad... Por mucho que la aderece con interesantes procesos participativos bottom-up (de abajo hacia arriba, en el que intervengan el mayor número posible de entidades de todo tipo), por mucho que entienda cualquier intervención urbana como un ejercicio colaborativo multidisciplinar de empoderamiento social destinado a mejorar la eficiencia del sistema que generamos y habitamos, no he dejado de pecar de soberbia ni abandonar mi papel de demiurgo salvador de la ciudad en ningún momento. No tenemos capacidad para decidir qué está bien o qué está mal y tomar decisiones exitosas para la ciudad si no comenzamos a entender la ciudad de otra manera

...Y tras la ventana una plaza que trasciende el propio soporte físico sobre el que se asienta. Un lugar cuya razón de ser y de funcionar ya apenas responde a las decisiones de planeamiento que sobre él se han tomado, un espacio cuya energía, flujos, capacidad de emoción, me cuentan que lo que vivo, experimento, ocupo y percibo está muy por encima de sus límites materiales. Todo esto me genera una mezcla de desasosiego e impotencia que no sabéis lo que me pone.

Y me empiezo a preguntar en qué momento no me di cuenta de que ese ecosistema artificial al que llamamos "ciudad" que observo analizo, que aunque sigue demandando propuestas y soluciones, su exito (entendido como eficiencia y eficacia del propio sistema) ya no radica tanto en dar respuesta a través de un soporte físico fruto de la participación y basado en unos criterios y estándares determinados. (Ya no basta con decir por dónde pasará esta calle y por qué, basándonos en criterios de participación social, eficiencia energética, movilidad peatonal y motorizada, entropía urbana o vete tú a saber qué. Ya no bastan ejercicios performativos, ni colaborativos, ni de empoderamiento, ni filosóficos, ni vete tú a saber de qué índole) QUE TAMBIÉN, sino en asumir que la ciudad, como sistema)¡, siempre ha sido un lugar de intercambio de materia, energía e información (no descubro nada nuevo), cuyo éxito radicaba en consensuar soluciones físicas para que estos intercambios se produjesen de la manera más eficiente posible, sin olvidar todos esos criterios y premisas de diverso orden que acabo de enumerar. Asumir que las relaciones de intercambio de esta materia, energía e información que lo definen no son las mismas, que a lo largo del tiempo no se dan en la misma proporción y dirección y que cada vez es más determinante el crecimiento exponencial de la información sobre los otros dos procesos, tanto que es esta última (la información) la que ha acabado por determinar las relaciones de materia y energía, trascendiendo ese soporte físico de la ciudad, que seguirá existiendo pero que tenemos que empezar a entender de otra manera. Es más, hasta hace bien poco la información podía ser localizada, focalizada, dirigida e identificada con mayor precisión. Hoy se presenta ante nosotros una explosión de datos e información y hoy en día tal vez la labor del urbanismo sea fundamentalmente la de facilitar, coordinar, conciliar, gestionar las relaciones entre los entes sociales que atesoran la información, asumiendo que el éxito del ecosistema que habitamos radica cada vez más en una correcta gestión y ejecución de estas tareas. Somos mediadores entre gestores de información con diferentes intereses y visiones, Tenemos que seguir haciendo ciudad tal y como lo hemos venido haciendo hasta ahora pero siendo conscientes de que nos enfrentamos a un escenario tan delicado como apasionante.

Y esta vez os dejo con un temazo de Elvis Costello & The Attractions, tras la chapa que os acabo de soltar: