El caso es que me gustaría hablar de todos esos chiringuitos, escenarios, andamios y montajes efímeros que irrumpen cada año en las inmediaciones de nuestro centro histórico y que son motivo de polémica. Uno piensa lo fastidioso que debe de ser para el turista encontrarse con una tarima frente a la fachada de la Plaza Mayor o ver la Calle Compañía llena de casetas. Estamos convencidos de que todo esto sería impensable en la civilizada y silenciosa Centroeuropa y mucho menos en una ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Recién llegado a España he decidido compartir con vosotros algunas imágenes de la ciudad Belga de Gante, una maravilla arquitectónica cuyo campanario fue declarado Patrimonio de la Humanidad, una ciudad de la que me habían hablado maravillas y a la que llegaba con la sana intención de quedarme embobado ante la belleza de sus edificios frente al canal y sufrir algo parecido al Síndrome de Stendhal contemplando la sucesión de torres desde uno de sus puentes. Esperaba encontrarme algo parecido a esto:


La fachada principal de la catedral presentaba esta imagen: Asqueroso y obsceno. Enormes banderas de coca-cola y una cerveza local coronando andamios prácticamente apoyados en el edificio.



Sobre la fachada lateral de la Catedral, totalmente ennegrecida, se apoyaban vallas de las obras cercanas, contenedores, armarios de registro y cables eléctricos que atravesaban sin ningún tipo de pudor por el centro de los ventanales


Esta es la imagen que me he llevado de una de las principales ciudades belgas, la de un lugar pueblerino e irrespetuoso con su patrimonio monumental. El considerar inimaginable esas banderolas de coca-cola tapando la rana de la fachada de la Universidad ha hecho que destierre parte de esos complejos de inferioridad que parecemos arrastrar los salmantinos. Creo que en nuestra ciudad sabemos divertirnos de una manera más cívica y somos mucho más conscientes de la importancia de nuestro casco histórico, mucho más de lo que creemos.
Me parece maravilloso que haya asociaciones que se preocupen de velar por el buen estado de nuestro patrimonio y que cada septiembre pueda mostrar a los que nos visitan una ciudad que a la vez que se divierte es crítica con los excesos y no permite las barbaridades que acabamos de ver. Todo esto en un rinconcito de la Europa más pobre y subdesarrollada.